lunes, 11 de abril de 2022

hilde domin / ¿para qué la lírica hoy? (extractos)


    ¿Para qué la lírica hoy? ¿Para qué hemos de leer lírica, para qué escribimos poemas? ¿Hoy? Si se pregunta así, entonces casi se pregunta ya "aún hoy"? Como si en todo caso ayer hubiera tenido sentido lo que hoy requiere disculpa. 

    Dos respuestas extremas se presentan de inmediato; las dos negativas. La primera rechaza la pregunta: aquí no hay un "para qué". La lírica, como todo arte, es fin en sí mismo. Hoy y siempre. Pero precisamente de eso se trata: todo lo que en verdad importa es fin en sí mismo, es decir, inútil e irrenunciable a la vez. Y hoy tal vez más irrenunciable que nunca. También la lírica. Aquí se trata de la demostración de esta irrenunciabilidad, dela investigación de lo que se quiere decir con ello. 

    La segunda respuesta rechaza el asunto: en una época como la nuestra se debe hacer algo más útil, se debe "modificar" la realidad. Pero el arte no modifica la realidad. Es mejor estudiar la parte política de los periódicos leer o escribir poemas. Lo que cual no sólo no es una alternativa auténtica sino que, en el fondo, solamente asume nuevamente la comprobación de Adorno, muy trajinada -y desde hace tiempo retractada-, de que la lírica se ha vuelto imposible después de Auschwitz. Por lo tanto que la lírica no puede satisfacer la realidad justamente de esta época.

    Repito la pregunta más concretamente: ¿tiene la lírica todavía una función dentro de la realidad de nuestra vida moderna? Y si esto es así, ¿cuál? 

    Así formulada, el tema es entonces: Poesía y realidad, o también: Poesía y libertad.

    Pero tan pronto como se pregunte por la lírica como ejercicio en el uso de la libertad, la pregunta se encuentra ya muy cerca de la otra, de la pregunta por la transformación de la realidad. Pues, a diferencia del arte, la transformación de la sociedad no es en modo alguno una finalidad en sí, ella está al servicio de la posible libertad del hombre, de su ser humano. O ella es indiferente. En ese sentido, las dos preguntas se mueven en torno a un eje común. En todo caso se trata de la realidad. Cito a Joyce, quien anunció su decisión de dedicarse a escribir con estas palabras: "Voy por millonésima vez al encuentro de la realidad de la experiencia". Tan pérfida como la realidad que hoy experimentamos no fue nunca la realidad. Amenaza destruir la relación recíproca entre ella y nosotros, borrarnos de una o de otra manera. El peligro más sutil parece ser casi el más inquietante: lo hay y no lo hay. Todos hablan de él. Nadie lo refiere a sí mismo. Como si fuera un resfriado que tienen los otros y al que uno mismo es inmune. El peligro se llama "cosificación", metamorfosis en cosa, en algo manipulable: pérdida de nosotros mismos.

    ¿Puede ayudarnos la lírica a enfrentarnos con una tal realidad?

    Creo que Hegel no tenía razón con el pronóstico de que la ciencia puede sustituir y sustituirá al poeta. Y que sería mucho más que sólo el fin de la poesía si él tuviera razón. En este con-texto no puede hablarse de todos modos del científico de la naturaleza. Él "transforma" la realidad en sentido literal; más s que el político, crea las condiciones bajo las que se vive la vida. La realidad que crean la ciencia natural y la técnica es, empero, sólo el "cómo" de nuestro "que". Ella es condición previa. Ella no es la vida misma (o al menos todavía no lo es).

    (...)

    La lírica nos invita al encuentro más sencillo y más difícil de todos los encuentros: al encuentro con nosotros mismos.

    (...)

    El poema, que se ha independizado, es pues una especie de objeto que "necesitan" los otros, es decir, que ellos requieren y del también se pueden servir. Se ha dicho que el poema es un artículo de uso como cualquier otro. Enzensberger adjuntó a su segundo libro de poemas Landessprache una indicación para su uso ("Instrucción de uso para lectores intrépidos"), con lo cual sólo sigue el Hanspostille de Brecht, que había provisto ya en 1927 con una "Instrucción para el uso de las diferentes lecciones". También poetas norteamericanos modernos como William Carlos Williams se han referido al poema como "artículo de uso", y yo lo hago igualmente. Con una diferencia: el poema, creo, es un artículo de uso de tipo peculiar. Se utiliza, pero no se con-sume como otros artículos de uso, en los que todo utilizar encierra en sí el consumo o agotamiento. Al contrario, es una de aquellas "cosas" que como el cuerpo de los amantes florecen y crecen propiamente en la no conservación. Experiencias configuradas nuevamente, asociaciones que devienen disponibles incrementan al poema incesantemente y lo multiplican, lo profundizan y lo amplían, según las necesidades de sus usuarios. De ahí que el poema sea un "artículo mágico de uso", algo así como un zapato que se acomoda a cada pie, sin el que no podría seguir el camino hacia lo intransitable, el camino hacia aquellos momentos en los que el hombre es realmente idéntico consigo mismo. Algo que precisamente no es en la vida cotidiana. Pues la esencia de la funcionalización consiste en que se pierde la identidad, en que el hombre se convierte en el "punto de reunión de sus funciones". Tanto más importante, tanto más indispensable es entonces aquel objeto mágico, aquel ¡ábrete Sésamo! que es la lírica.

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Hilde Domin (Colonia, 1909-Heidelberg, 2006). En: El poeta y su trabajo, no. 16, verano 2004. Traducción de Juan Fabers.