El poeta es una mirada en el fluir del mundo. Su mirada es una lectura de lo real y de lo irreal, de lo visible y de lo invisible, del ruido y del silencio del mundo, de la música de las galaxias y de la respiración de un obrero en un amanecer incierto. Dentro de lo real se encuentra la lengua escrita como una cosa, la lengua hablada, las artes visuales, las artes sonoras y el mundo con la vida en su centro. Todo lo que se ve y se oye es real por el mero hecho de ser visible y audible. Pero lo irreal, lo imaginario, lo invisible y callado también son parte de la mirada del poeta. El silencio es igualmente música, es la música del vacío, la canción de lo ausente.
El poema es una mirada que se detiene momentáneamente en el fluir del mundo. El poema nace a veces de la contemplación de un objeto concreto, e igualmente puede nacer de un hueco, de un vacío, de un silencio. Este hueco, este vacío, este silencio no es la nada que ya sabemos que no existe, sino una sensación de desconexión de las cosas del mundo que a veces precede a la aparición de una idea, de un poema, de un objeto artístico que vuelven a reconectar las cosas de una manera sorprendente y nueva. Una vez que de ese vacío originario, de ese silencio, emerge una obra, por abstracta e irracional que sea, entra en el reino de lo real. Por lo tanto, la irrealidad no existe como tal sino como principio de desconexión a partir del cual se inicia una obra.
La tarea del poeta, pues, es la de estar siempre preparado para aceptar la palabra venga de donde, y de quien, venga. Es un error establecer una jerarquía de valores respecto a las palabras, según aparecen en la experiencia cotidiana en el momento inicial de la escritura poética. Sólo cuando se hace una primera lectura crítica debe empezar el proceso de depuración lingüística. En sus inicios el poeta acepta con humildad cualquier palabra, cualquier lenguaje, cualquier imagen que le venga de su estar alerta en el mundo que le rodea, o de esos estados de sueño y de ensoñación que a veces nos acercan a otro tipo de realidades. Una de las primeras reglas para ser poeta es despojarse de todo prejuicio respecto a las jerarquías del lenguaje poético. No se trata de un todo vale pasivo y estúpido, sino de un todo es valioso
para un primer movimiento en la escritura, a éste lo vamos a llamar el momento de la aceptación del habla del mundo.
El poeta verdadero no debe preocuparse del estilo ni del soporte en el que se puede expresar su poesía; el problema del estilo concierne a críticos y a historiadores; el soporte para su poesía es tradicionalmente la página impresa, pero en verdad no hay por qué limitarse a ese soporte. La fotografía, el cine, el vídeo, las artes visuales en general, la performance, las acciones, la radio, las instalaciones, el espacio virtual de Internet, el teléfono móvil y los soportes digitales en general son algunas de las posibilidades de la poesía actual.
El único deber del poeta es de ser plenamente del tiempo que le ha tocado vivir. Siendo fiel a su tiempo es posible que se adelante a las voces de la poesía que vendrán más tarde. Pero esto no ocurre siempre por voluntad propia, sino porque a veces la poesía que se hace en el tiempo que le ha tocado vivir está más atenta a otros asuntos, como pueden ser la aceptación por parte del lector o de la crítica dominante.
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Dionisio Cañas (Tomelloso, 1949) Posibilidades de la (mi) poesía (Una doble experiencia personal). 2008. Texto en el sitio web del escritor.