lunes, 3 de abril de 2023

claudia masin / el resto es misterio


    La poesía no es terapéutica, pero es un instrumento de sanación. No es terapéutica porque la poesía no busca nada, no tiene ninguna función, ni curar, ni trascender, ni cambiar a las personas o al mundo. Sin embargo, afecta a quien la escribe y a las demás personas. Tiene efectos. O sea, cura como curan los chamanes o las curanderas, sin que se sepa bien por qué ni cómo. Por supuesto, no se contrapone a otros abordajes del padecimiento, el psicoanálisis es una herramienta muy valiosa, pero no es la única. El arte tiene sus maneras de reparar, únicas e incomparables. Creo que mi pasado como psicoanalista tiene la misma raíz que mi presente como poeta: buscar la manera de sanar, de restituir lo dañado, de encontrar un modo de reparación a través del lenguaje. 

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    Mi proceso de escritura tiene que ver directamente con el cuerpo, la necesidad de escribir aparece como una necesidad física, por eso me siento muy representada con la idea de soplo de la que habla Hèlène Cixous, un soplo que se manifiesta en el cuerpo como una urgencia, que exige, como dice ella, “escribime o rompo todo”. Mi escritura surge así, de una manera torrencial, muchas veces incluso mis libros han sido escritos en un corto período, para después, por supuesto, ser revisados y reescritos y corregidos todo lo que sea necesario, pero la instancia inicial de escritura responde a esa urgencia física que busca traducir lo intraducible, porque lo que sucede en el cuerpo no tiene correlato en las palabras.

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    La escritura, hoy, le aporta a mi vida sabiduría y alegría. Sabiduría porque pienso que les poetas, cuando escribimos, no sabemos qué vamos a escribir, lo que sucede en el poema es un accidente en el que no interviene el yo consciente más que en una pequeña medida. El resto es misterio, pregunta, cuando me encuentro con un poema terminado, siempre siento que ese poema sabe mucho más que yo, que hay algo ahí que busca ser escuchado, como en los sueños. No podemos decir que somos les autores de nuestros sueños, tampoco de nuestros poemas. Y la alegría que me aporta la poesía tiene que ver con que tengo la suerte de que mi escritura toque, afecte a muchas personas que me lo hacen saber casi diariamente, a través de mensajes en las redes sociales, de mails, o personalmente, y ese momento en que otre me dice que mis poemas tuvieron un efecto en su vida, es el momento de máxima felicidad. 

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    Escribir poemas de largo aliento no es una elección consciente, más bien es una forma que se impone. Creo que mis poemas se van construyendo “por acumulación”, la extensión me permite dejar que el texto crezca, se ramifique, tome diferentes caminos hasta confluir en un final que de alguna manera abarque todo ese mundo que se ha creado ahí. Me permite también contar historias, mis poemas tienen momentos narrativos e incluso ensayísticos, momentos en los que aparece la pregunta y el intento de responderla, las hipótesis, las reflexiones: me interesa muchísimo la mixtura de géneros, la hibridez, la convivencia de discursos, de modos de decir.

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La escritura es una conversación, que es una construcción coral donde las voces que nos han marcado, de nuestros ancestros, de las personas amadas, de nuestros referentes en el arte, en la vida, en la política, confluyen y resuenan. 

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Claudia Masin (Resistencia, 1972). Entrevista: “La poesía no es terapéutica, pero es un instrumento de sanación”, Eterna Cadencia. Extractos por los tiempos postergados.