lunes, 21 de noviembre de 2022

franco arminio / manifiesto de las intimidades provisorias


    Ocurre una cosa curiosa: la pornografía se extiende. Aquella que llamamos Red es un archipiélago porno gigantesco, con algunas islas en las que se hace otra cosa. Ninguno se coloca el problema de disciplinar, de algún modo, el uso del porno. Sin embargo, con gran hipocresía en las redes sociales si usas la palabra "pene" eres expulsado. Y si subes un poema con un contenido explícitamente sexual se dispara de inmediato un cierto moralismo. Hoy si tuviésemos a uno como Pietro Aretino no creo que tendría un inmenso reconocimiento. También en la vida privada de las personas sucede esto en particular: uno sigue casándose a pesar de saber que el matrimonio suele ser el prólogo a la separación. Nuestras exigencias de naturaleza sentimental han cambiado, pero seguimos dentro de las mismas fórmulas.
    La poesía, esto es, el arte de cantar la belleza y el terror de ser en el mundo, se alía con la investigación de nuevos modos de percibir a nosotros mismos y a los otros. El amor por estar nuevamente vivo debe contener lo más bajo y lo más grande, no puede quedarse en las líneas del hombre intermedio. Debemos reanudar el balanceo hacia los extremos, el amor es una gran humildad y una gran arrogancia, queremos capturar en un abrazo no solo un cuerpo, sino la salud que dios pierde en el camino y que debemos encontrar para darle un sentido a nuestros días.
    El amor es la religión que tiene a nuestros cuerpos por altares, es nuestro aporte a la fiesta de ser en el mundo.
    El amor es el único modo para salir de la cárcel de la actualidad. Si no amamos no solo nos quedamos encerrados, sino que contribuimos a elevar los muros de nuestra cárcel. En el amor nunca es necesario esperar las jugadas de los demás. Debemos hacer todo y debemos hacerlo ya.
    Yo no sé qué cosa sea el amor. Sé que cosa son las intimidades provisorias. No penséis en goces efímeros, no penséis a las divagaciones no matrimoniales. Creo que sólo una visión antigua de nosotros mismos y de los demás puede hacernos pensar en el amor como algo que primero no está y luego aparece y después se acaba. A mí me parece que son partes de nosotros que, en un cierto sentido, están siempre en el amor y otras que están siempre en fuga, enterradas o sin localizar. El amor tiene lugar dentro de los límites de una cultura y de una religión que temen la reserva mítica y poética de la que se nutre todo bello encuentro. Y amar no es otra cosa que encontrarse y dejarse encontrar. Después puede ser por una hora o por medio siglo, poco importa.
    Es tiempo de reescribir el alfabeto sentimental. No estamos hechos para estar en pareja, no estamos hechos para traicionar ni menos para ser fieles. Simplemente no estamos hechos de una vez por todas. El amor construye el dios que nos guía, no está terminado, no es una forma en la que entrar y luego, permanecer todo el tiempo a pensar cómo salir. El amor es una dimensión íntimamente local, tiene lugar siempre en un lugar y es siempre inédito en cada gesto suyo. Se hace necesario dejar correr toda la vida donde quiera, y seguir solo el vuelo imprevisible del amor.

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Franco Arminio (Bisaccia, 1960). l'infinito senza farci caso. Florencia: Bompiani, 2022, pp. 121-122. Traducción de Nicolás López-Pérez.