lunes, 25 de noviembre de 2024

héctor hernández montecinos / notas para kors


Adivino, a partir de su prodigioso arte, la expresión concentrada de su rostro tenso. Inteligiblemente puedo discernir el esquema que determina la perfecta conjunción de movimientos y gesticulaciones que la música del radio convoca en el campo visual de mi mente.

Salvador Elizondo

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Deseo recordar lo que escribiré después de esta palabra. [Texto perdido]
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Lo que encuentro son retazos de lecturas en retazos de libros escritos en retazos con retazos de palabras acumuladas en retazos de mi vida.
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Vuelvo a escribir después de un largo tiempo. Me siento inseguro y no se me ocurre nada más que acotar los marcos de referencia hasta despojar al poema de un algo.
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Como si se tratase de un sueño, imágenes sin comienzo ni fin, pura alteración.
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Trabajar la oscuridad o la lucha entre el blanco de la página y la luz del sol que cae sobre ella. Un círculo sobre un rectángulo imprimiendo la mirada de un ángel.
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Escribo. Reescribo. Transescribo. No se puede evitar, el tiempo es lenguaje. Palabras arrojadas del cielo de la mente.
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Escribo con los ojos cerrados, al olvidarme del mundo, desde la muerte en vida. Afuera de mi mente no hay palabras, pura visión.
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Olvidarse de todo. La realidad finge no hacerlo. Me río de lo que en mi vida ya no existe.
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El autor se escribe (con la muerte)
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Repetir hasta olvidarse. Allí el lenguaje se multiplica en su aparición.
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Acumular todo lo que se ha olvidado. Suprimir y hacer necesario lo que quedó de una línea, de una línea imaginaria.
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La imaginación es el tercer ojo, escribir esto es ponerle música a este sueño, Kors.
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Escribo este libro en medio de un largo viaje que es una larga noche; todo lo visto ha desaparecido y ese es el chiste. Ver estas palabras no es leerlas. Un acertijo en bitácora.
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La página siguiente es una página invisible.
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Sólo saben leer quienes no acumulan nada.
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Un libro solamente existe para destruirse a sí mismo. Todo génesis es un apocalipsis, toda oscuridad es luz en una oscuridad mayor.
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La instantánea de un cambio es la eternidad. ¿Por qué escribir?: sólo sé decir que todo lo que se fue nunca existió.
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Una palabra está compuesta por las letras de otras cientos de palabras. Esquivar, equivocar. Una atmósfera es mediocre si quiere perpetuarse en los siglos propios y ajenos.
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Un instante. Eso es.
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El libro mira a sus lectores, los tolera, los soporta.
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Una biblioteca quemada, arde. Sigue su instinto de destrucción.
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Del paisaje natural fijarse en las rocas. Seguirán allí rumbo a su propio silencio.
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La ciudad está tranquila después del día de muertos. Un árbol se mueve más que toda ella. Se oye a lo lejos el silencio y acá la voz de un sueño que exclama: “Mi mente fue arrasada por un huracán de poemas”.
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Dos versiones: Ficción o muerte. I: Desaparición de algo que nunca existió y II: Desaparición de algo que siempre existió. La destrucción es una forma fascinada de escribir. Un deseo secreto respecto a lo estúpido de la vida.
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Insisto en escribir a equivocarme. Pienso en los cazadores y recolectores ¿Quién inventó el libro? El autor asesina lo que no es suyo y guarda lo que hay de sobra.
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Repugnancia por cierta gente. Escaparme ahora y aquí. Fugitivo se es cuando la vida te ama.
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No estoy obsesionado con nada, salvo con mi mente. La escritura es una necesidad de los árboles y de los monos para llegar al cielo, ese es su secreto personal.
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Avanzar en la idea de una escritura neutra. Quiero decir: olvidarse de un hecho es esencialmente estar frente a un misterio que inspira. Es una buena idea, la fiesta debe morir.
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Escribir fuera del tiempo, sin la tentación del presente. Crear es olvidarse de lo humano, como esa sonrisa en la boca de Dios cuando dice que es amor.
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Suponiendo que esto sea un poema, una prueba de que ya no me acuerdo de lo que quería decir ¿Existe aún? El work in progress no existe.
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Tratado. Un intento que ya fue. Fascinación. Sólo notas dispersas. Un poema que era otro y no éste, pero el olvido ha sido quien ha escrito, la muerte me utiliza.
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Trato de morirme y aparecen más palabras como moscas. Descomposición.
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Estas notas son para Kors, al menos eso siento ahora. Notas casi musicales de una composición de autor a modo de una buena o mala racha que se reitera como recurso literario.
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Pienso y leo lo que voy escribiendo, anotaciones que podrían leerse u olvidarse en cualquier orden; textos que conforman este poema que a la vez conforma “El machote de mi vida” que a la vez conforma Traga que a la vez conforma Debajo de la Lengua que a la vez conforma Arquitectura de la Mentalidad que a la vez conforma estalactitas de mí.
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La ficción y la muerte son incompatibles. Pero aun: la ficción es lo que me ha tocado vivir para que la muerte crea ser un viaje hacia otro lado.
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Hojear, ojear son lo indicado para contemplar el inicio del otoño de la vida que son los casi treinta años. Todo lo pasado fue imaginación o un mal poema.
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Entre lo acumulado hasta aquí sólo hay repetición y equivocaciones, un modo de caos. La ciudad está serena y mi espíritu invadido por el viento que produce el paso de una hoja a la otra.
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En el interior de esta casa todo es imaginario, los árboles, las calles, los autos, las nubes, todo lo que se mueve con ese viento.
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Dudo sobre seguir escribiendo. Es intrascendental y eso me alienta a escribir hasta la eternidad.
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No tomo en cuenta a mi voluntad. Renuncio a ella: me gusta algo sólo porque me gusta. Así vivo, atento al abandono de las cosas.
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La mente produce ruidos al funcionar, es decir al pensar incluso en el sueño que es cuando las ideas tienen forma y color.
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No sé si exista el no pensar, de ser así la escritura es un llamado. Quiero decir: mi mente me da empleo. El pensamiento no piensa, la escritura no escribe. Está bien, se cree que se existe.
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La música es un eructo del espíritu.
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En la música de hoy sólo escucho repetición, que es comprobar la importancia de lo menos importante. Kors lo sabe.
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Me he propuesto rellenar mi futuro inmediato con estas palabras, y mejor si el tiempo da vuelta con todo.
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¿Es contradictorio hacer algo para nada? Sí y no. Entre ambas no hay distancia. El secreto es real sólo cuando alguien lo destruye.
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La ficción de la escritura es una mano autómata manchando un papel con libre albedrío. Sus errores son aciertos y los aciertos los países en un mapa de un mundo paralelo, para leerlo.
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El arte de mirar las letras, sin leerlas, es un pleno ejercicio reservado a los que odian la acumulación como yo. Un libro es leído cada vez que alguien lo arroja a la basura mental.
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La exactitud es una forma de mala puntería en el blanco.
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Alguien me dice: “Voy a cortarte el...”. Es una buena demostración de que nada sobra al escribir, ni siquiera eso.
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No hay anécdotas, la escritura no se deja sorprender por la ordinariez de la vida.
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¿Por qué no terminar acá y empezar de nuevo mañana?
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No hay comienzo ni término. Se repite un mismo error y eso es estimulante. La imposibilidad de inventar se soluciona con la mirada.
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La ficción hace secreto lo que era eterno. Lo demás es pura mala voluntad.
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Las visiones del espíritu no importan hasta que el futuro arrase con todo lo que creíamos era posible. Un huracán de poemas se llevó mi párpado izquierdo.
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Obviamente: leo lo que escribo y veo que no hay nada más que palabras, un tanto de negligencia y un final que no tiene ganas de comenzar.
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No quiero escribir un poema, sólo quiero verlo. Sin embargo para verlo lo debo escribir. Hace mal a la vanidad, debo acabar.
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La escritura es la escritora de todo esto: se ha posesionado de todo lo que yo odiaba de mí. Me escribe y yo soy para ella una mera mano.
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Todo aquí habla de allá, de otra cosa.
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Olvidarse de todo es un modo de suicidio simultáneo: la vida se esfuma mientras más se vive ¿Es una muerte que nace del sentido revelador de la vida? Los días pasan como las nubes, el cielo sigue intacto.
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La catástrofe que significa todo esto es una forma de llegar a una meta, un origen de algo sumamente desconocido, sublime.
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El poema se exhibe desnudo y su ostentación escandalosa es su miseria.
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Escribo sobre un tema que no recuerdo, busco en mi mente detalles de las imágenes y sólo está la sensación de que algo falta. Hay huellas y marcas de lo que ya fue, no están en mí.
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Me resulto ajeno incluso yo mismo. Lo contrario de estar muerto.
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Escribí todo esto ya antes, pero ahora quiero verlo en mi mente. El papel hace lo suyo, el tiempo se llevó lo mío.
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Alguien vigila todo esto, preguntarse quién es el que junta letras, las mira o las lee según una orden recibida.
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Sacerdote del secreto total. Una ficción de una amiga que me hace decir que si hay que elegir entre vida o muerte, ya es muerte.
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Se es escritor por los errores cometidos. Las cualidades literarias están de más.
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¿Cuánto podré avanzar escribiendo esta noche?
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El sentido del humor es el sentido de la vida, dice Kors. Líquidos en el cuerpo y el espíritu. Música de sí.
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He descuidado todo lo que era importante. Las letras dan luz y sombra, un poema puede ser el sol o las tinieblas.
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Que se escriba lo que nadie habría de escribir.
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Que la estructura sustituya a la historia, que la historia sustituya a los personajes, que los personajes sustituyan las situaciones, que las situaciones sustituyan los significados, que los significados sustituyan su referente, que el referente se sustituya por una nube cargada de lluvia.
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La distancia de esta ciudad consiste en lo urgente que hay entre su fundación y su destrucción.
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Ciudad, lago, nube, águila, serpiente, cactus, lo que seas.
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Ciudad que resplandece de noche. Bosques humanos invisibles.
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También, ciudades cuyas ruinas son su único monumento.
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Ciudad en ruinas, aunque del presente que significan doscientos años, creciendo día a día. País: color imaginario de un mapa.
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Se oye el lápiz sobre el papel, se siente el viento al cambiar de página.
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Mapa y poema son estruendo en forma de rectángulo, una expresión misteriosa de la redondez quebrada.
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Dudo que el rectángulo no sea un cubo. La mirada de un ángel es el tiempo de una nota musical. Escucho el más alto silencio.
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Abstracción. Imagen de la imagen de la imagen.
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El humor y el horror se incluyen desbordados.
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Escribir, dios mío, contra el tiempo. Todo se destruye a mi alrededor y a lo lejos hay un bosque y sobre él una aurora boreal. Es la entrada a mi fin. No dejo de pensar en eso. Está todo escrito.
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La realidad es un llamado para dejarse llevar por lo que la escritura sueña despierta. Dentro de mí algo se va, pero algo también llega.
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La vida humana teme a las convenciones. Los cobardes temen al qué dirán. La escritura es mi única libertad para que la idiotez del mundo no me entre por los ojos de la historia.
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Me vigilo al soñar. Cazadores y recolectores salen a mirar mi cuerpo tendido en el bosque. Hay una irresponsabilidad caótica de figuras y sonido. Estás tú.
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El deseo de que todo se destruya es la culpa por escribir. Ser ajeno a uno mismo hace bien.
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La vida está destinada a continuar dentro de los libros: todo lo que es ya fue. El bosque está lleno de peligros. Palimpsesto destinado a una nueva vida.
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Ver una historia a lo lejos que se trataba de uno mismo.
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Ver a todos los que tienen que ver con esta historia, pero sepultados por palabras.
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Sigo avanzando y mueren ideas y ganas de decir ciertas cosas. La rapidez de la escritura es como expresa su deseo.
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Este libro exige nacer. Quiere dar a luz. O él o yo.
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Notas, retazos. Parte de mi segunda trilogía de tres. Aniquilo el secreto al escribirlo. Un trozo de mi vida, es precisamente lo que quedará como desperdicio. Un pentagrama vacío.
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Escribir para Kors, un tanto atemorizado de que el huracán se lleve absolutamente todo y el polvo sepulte mi mente.
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La mano es sangre, el papel es árbol, la tinta es océano. Todo lo que hay alrededor es vacío.
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Me dejo tentar. Es de noche y nadie viene.
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No me da miedo haberme equivocado. Era lo que había que hacer. Estoy solo y alguien me mira desde lejos. El delito es no querer ver.
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Encerrado en mí mismo todo me fue imposible, puesto que escogí al más próximo de mis semejantes.
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Reunir todas estas ideas, palabras, visiones como masas sonoras yuxtapuestas, confundidas en este borrador que es mi vida.
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Esto no se termina, comienza. Tu silencio me hace hablar solo, me hace escribir este poema.
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Mi enemigo soy yo y escribo todo lo que su soberbia me aterroriza.
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Nada hay, sólo universo mental.
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El caos es perfecto en su error y luz.
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Escribo sobre nada, me escucho.
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Escribo. Algo se oye en el caos.
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Lentamente amanece: me siento enfermo. Todo está enfermo. La luz y la tiniebla en este preciso momento son lo mismo. Se escucha lo lejos que estás.
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Escribir estas notas para todos ustedes, fantasmas. Les escribo porque no sabrán lo que quise decir debajo de estas palabras. Estoy en el momento de renacer o morir que son la misma cosa.
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Creo que acabo. Escucho como mi vida se va borrando de mi mente impidiéndome la ordinariez de ser feliz. Se cierran los ojos del sueño y sólo quiero oír el luminoso silencio. Kors, escribo con palabras que nunca lo fueron.

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Héctor Hernández Montecinos (Santiago de Chile, 1979). acheache, blog personal del autor.