La poesía ha sido mi tabla de salvación, yo siempre digo que soy el resultado de la Educación Pública, el compromiso con las causas progresistas, el compromiso político, en especial en mi juventud, y el ejercicio de la escritura.
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Los poetas buscan abultar su currículum con doctorados y otros estudios, lo que les permite postular a becas y fondos concursables. Esto se asocia al éxito poético. Hoy los poetas se miden por el currículum. Y no deja de ser divertido.
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Para mí es notable que un poema escrito en la soledad del poeta pueda prefigurar el futuro. Validaría la idea de que el arte “vaticina” lo que va a pasar. Curiosamente, un comentarista escribió con frustración que en el libro “no se vaticina nada”. También me comentó un librero que una persona compró el libro pensando que era un manual de magia para aprender a adivinar el futuro. Y quizá le haya servido…
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El poema tuvo su origen en un recuerdo de infancia que me marcó y que tuve en la mente durante muchos años, y que un buen día se convirtió en lo que es. En verdad, pienso que hubo algo inconsciente respecto de su significación.
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Desde niño me llamaron mucho la atención los insectos y he seguido interesándome en ellos. Me ha sorprendido mucho que tengan sus propias vidas, como mundos paralelos, con los cuales uno no se puede comunicar como sí ocurre con las mascotas.
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Hay que aclarar que en los años sesenta, o antes, autopublicarse era carísimo, inalcanzable para un joven poeta. Incluso hubo iniciativas desesperadas como una Sociedad de Autores Inéditos, que formó un grupo que pretendía juntar dinero para comprar una linotipia y crear, así, una editorial popular. No prosperó, ante el argumento de que esa sociedad tenía poco futuro, porque al publicar un libro el autor dejaría de ser inédito y se acabarían los socios.
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El tema de la muerte aparece en varios poemas míos. Un conjunto nuevo que pienso publicar próximamente tiene como título tentativo Memento mori, como se sabe, una frase en latín (“recuerda que has de morir”) que ha sido utilizada a través de los siglos, y según dicen especialmente en la época barroca, en libros o imágenes acompañadas siempre de una calavera. Ahora lo usan hasta los cantantes de rock satánico.
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Lo que pasa es lo siguiente: cuando un poeta publica un libro tiene un grado mayor o menor efecto en ese momento, pero después se pierde, y viene el siguiente y después el siguiente y los anteriores quedan perdidos. Esta reunión es muy importante, actualiza los poemas. Además, la recepción de la gente cambia a través del tiempo, no es la misma que fue en su momento.
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Contrariamente a lo que se puede pensar, en Santiago no había mucha relación entre los poetas. Sí la había bastante en provincia: en Valdivia, en Concepción, en Arica, en Chiloé. En Santiago funcionaba más bien en las universidades, o en torno a la Sociedad de Escritores. Participé en un encuentro de poetas del sesenta en Valparaíso, en 1971, convocado por la sede porteña de la Universidad de Chile. Ahí conocí a poetas como Floridor Pérez, Omar Lara, Gonzalo Millán o Waldo Rojas. En 1972 participé en el Taller de Escritores de la Universidad Católica, dirigido por Enrique Lihn, Alfonso Calderón y Luis Domínguez (todos fallecidos), donde conocí a varios escritores más.
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Hernán Miranda Casanova (Quillota, 1941-Santiago de Chile, 2024). Selección de fragmentos de entrevistas por Nicolás López-Pérez.