lunes, 18 de julio de 2022

elvira hernández / pensar el poema


Pensar mi propio poema es algo impensable. Intentar hacerlo es desembocar en un quebradero de cabeza. Más bien, puedo decir, que es el poema el que me saca de cuajo de mis lugares habituales, del aplastante encadenamiento a una rutina maquinal que es ya sistema. Es un movimiento de liberación. No sé cómo ocurre. Tiene un grado de accidentabilidad. No hay por tanto estrategia, ni búsqueda de efectos, ni menos una fabricación siguiendo algún modelo ajeno (procedimiento muy manido en los talleres de poesía). Si existe un modelo, siempre será el propio poema. Porque el poema es una experiencia personal y única de escritura. Ahí nace el poema —es el instante poético— y tiene que nacer vivo. Es decir, tiene que traer las palabras que necesita. Si no respiran las palabras más vale no ponerlo en un respirador artificial. Llegar hasta ese punto siempre será presentarse en plena disponibilidad (quizás sea lo único de lo que se puede dar cuenta) esto es, con miles de gestaciones madurando en el cuerpo, para lo que viene, que en parte es encuentro, y del que nada se sabe. Estoy ahí de manera inexperta incluso cuando sienta que la literatura me desborda. Lo podemos comparar a la situación de poner pie en un terreno inestable, sin percatarse, por cierto, e irse de bruces y sacarse la mugre, literalmente. Que la poesía nos golpee, es muy deseable, por lo que ese revés aporta. Se ven más que estrellas. Es una absorción hacia un estado de conocimiento que permite entrever algo en esa complejidad que es vivir y que para mí es gran proximidad con el mundo. No es teletrabajo, relación remota, a distancia, para hacerme eco de las palabras que están plagando la sociedad en estos días de enfermedad. Entonces te percatas de algo más, que estás dentro del poema —que has entrado y salido— y si por defecto lo ves enfrente y fuera, ya está asentada una relación de inseparables.

    ¿Qué constituye un poema? Palabras que respiran y por lo mismo pueden hablar, dicen. Son palabras a las que no le llega ni las reservas ni la censura. Es decir, habla de lo que no se habla y lo contextualizo en nuestro país, donde lo que se habla en privado no es lo que se dice en público; y lo que se refiere a espaldas de un público, de frente es silencio.

    La fijeza analítica sobre el poema, que no permite la autoconciencia de la escritura, es una condición que la lectura no puede eludir. Así, es muy poco lo que puedo decir sobre mis poemas y mucho de la lectura de los poemas de otros poetas. Observar sus pasos creativos plenos de singularidad, es para mí de mucho interés. Es posible que el poeta no sea sólo sus poemas, pero estos son huella para ser examinada.

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Elvira Hernández (Lebu, 1951) En: Armando Salgado y Octavio Gallardo (comp.) Estrategia del poema. Michoacán/Santiago: Bitácora de vuelo ediciones, 2020, pp. 16-17.