lunes, 15 de mayo de 2023

julio barco / de "siete arengas populares"


de "Arenga sobre la poesía"



La poesía es un estado de nuestro pensamiento, perpetuamente agitado, que se sujeta a la creatividad (y sus oleajes); a la libertad, a un sueño discursivo personal que termina siendo canto compartido en la intimidad.



¿Qué diferencia el latido del poema del latido del humano?



La poesía es un contacto más intenso con la realidad de las cosas, con la realidad de uno mismo entre la realidad y las cosas, y la naturaleza mental que brota de ese contacto.



La poesía solo puede seguir siendo obstinadamente fiel a su fe de comunicar, de elaborar lenguajes y espejos, brújulas y laberintos.



La poesía tiene la misma duración de la especie humana.



La poesía se da en la vida misma, como un estado de alerta, como un estado de juego o de apertura a la libertad.



La poesía es un horizonte de poder desde la libertad.



La poesía te permite ver los límites de todo lenguaje; ese ver no es solamente un simple mirar sino un descubrir; el lenguaje se hace visión en el poema, visión de nuestro código humano, tribal, de la naturaleza que habitamos; en últimas, en una sociedad cerrada y con pocas posibilidades de lo divergente, la poesía guarda el fuego del imposible y de la posibilidad.



Lo peor que le puede pasar a un poeta es dejar de leer, o reflexionar, dejar de nutrirse, justamente de lenguaje, porque también la cualidad del poeta es la de intérprete, entonces, tiene como un paladar más abierto a observar matices, a ver mosaicos.



El poeta no persigue la misma vida rutinaria que padecen todos e inventa un lenguaje, que es su habitar.



La poesía como mente extendida en el espacio del papel, es también un testimonio de cada época, o, en todo caso, un testimonio de que cada época posee un trozo de eternidad que puede ser develada, oíble, entendible a lo largo de las épocas.



Lo poético propiamente jamás se trató de un juego de palabras, o de un trabalenguas, o de aprender a hacer métrica, o de escribir bonito o seguir una moda del extranjero, sino fue y es un asunto más urgente, una forma de embestir a toda la hipocresía, una suerte de catarsis social donde nos jugamos el uso del lenguaje.



La poesía vence a la muerte y yo río de su porvenir. La poesía nos afirma que la vida es más grande que la muerte. Que la muerte es siempre música del uno mismo. Sin embargo, el poeta no vence a la muerte. Por ello, la poesía es inmortal y todo poeta mortal. Y yo busco tus ojos.



El poeta observa el disfraz de la retórica, la golpea, la profundiza e interpreta, para buscar lo nuevo: nada huye de la urgencia de fundar un nuevo planeta, sino el delirio de crear una sustancia, un lenguaje y una rotación para que circule esta voz.


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Julio Barco (Lima, 1991) Siete arengas populares. Rancagua/Lima: Astronómica/Higuerilla, 2023.