lunes, 2 de diciembre de 2024

maria gabriela llansol / camino sobre la escritura como sobre las aguas (extracto)


4 de marzo de 1972, sábado 

Me ha pasado de nuevo: 
Me gusta perdidamente escribir (y perderme ahí). 
No me gusta leer. 
Me gusta escuchar música como si yo misma escribiese en ella. 
Ya  no  consigo  disociar  la  lectura  de  la  escritura  (si consiguiera  ver  el texto mientras se produce, volvería de nuevo el placer de leer).  
Ya no consigo leer sino escribiendo. 
Si deseo ser reconocida como escritora, no es por soberbia. Es para que otros puedan testimoniar que escribir es la fuente de mi placer.

11 de junio de 1972 

En el principio era la palabra. 
“Labra” - Termino de la propia palabra. 
Parole – rô-le, un papel que se representa.  
Lo que lleva la palabra a hablar es el deseo
La palabra es un juego de no y de aceptación. El no lleva a la esperanza de una aceptación, como la aceptación es ya el principio de un próximo rechazo.  

La palabra es una escritura del cuerpo, es una contabilidad del cuerpo. 
En cuanto hablamos, el otro levanta vuelo, porque mi pensamiento se corta para dejar hablar al otro (esto pasa realmente).
La palabra es la escritura de mis deseos y de mis conflictos. 
Cuando hablo, corro; el habla no es una lengua. A través de ella desvelo el código íntimo de mi cuerpo a aquellos que están disponibles y pueden hacerlo.  
El habla es un vuelo y una violación del pensamiento, del otro. 
La palabra es como una plaza común a la que dan todas las puertas del cuerpo – puede a través de la articulación reunir varias sensaciones. 

El cuerpo a cuerpo me obliga a hablar del cuerpo a cuerpo. 
Saber hablar es una forma de saber escuchar. 
Poder libidinal de la palabra. 

s.d. [1974?] 
Poner los libros encima de la mesa, apilados, es la sobreimposición de paisajes.  
La importancia que doy al Libro,  a  la  escritura  que  hace  el Libro, es la importancia que doy a la  Revelación  contenida  en  el Libro. 

15  de  agosto  de  1974,  media noche 
Cuando  la  nostalgia, diez años después de haber partido de mi país, me pareció el eterno retorno, tuve, en una noche, la idea de que era necesario encontrar mi máquina de hacer infancias. Poco a poco fui siendo consciente de que tenía afinidades con muchas situaciones y civilizaciones: la civilización de los mayas, la tibetana, la hindú, la condición del ser Sol, claridad, escritura, animal, canto.  
A los cuarenta años el pasado se amplifica y  pierde los límites. Se sobrepone al futuro, que emerge ya en el ciclo del tiempo. No es mi futuro, sino el de la comunidad de las cosas y de los humanos. Entre mis ojos y la mano que escribe se extiende mi cabello casi hasta el viento,  cubierto por el chal negro. Como un diccionario es bello, en él están depositadas las palabras con las que hablo de Eckhart, de N., de Ana de Peñalosa, del oso. En él están depositadas las palabras con las que ellos me escriben. 

Si yo pudiese ser ritmo saldría de casa, en esta noche.  

8 de junio de 1975 
Me doy cuenta de cómo es la escritura, un tejido de deseos por el que nos movemos, lucha entre lo establecido y los recuerdos que quieren liberarse en el archivo del texto.  

Escribir, para  mí, es escribir. Cuando escribo historias no me expreso. Y, finalmente, escribir es hacer una cosa con mis manos. Mis manos forman cosas, que salen de mis manos, de mi pensamiento, de  mis recuerdos. Escribir es aprender a escribir. Escribir es un trabajo difícil, es hacer cosas que, a veces, no me gustan.   
Así, las lenguas, sean francés, flamenco, portugués, no importa cual, respiran todas el mismo aire: espacio total a descifrar, transformación de lo que experimentamos a través de la palabra, la memoria despierta, la explicación directa o metafórica del deseo. Es sonido, oído, mano, todos los campos del saber, concepción de muerte o de vida, lucha entre la demanda de sentido que devora y la gramática que, a veces, la preserva para regurgitarla.  

(...)
***
Maria Gabriela Llansol (Lisboa, 1931-Sintra, 2008). "La escritura, un tejido de deseos por el que nos movemos", en Lectora: revista de diones i textualitat N° 19 (2013), pp. 207-224. Traducción de Diego Giménez.