lunes, 26 de julio de 2021

leonard cohen / cómo expresar la poesía


    Toma la palabra mariposa. Para usarla no es necesario hacer que la voz pese menos que una onza o se vista con alitas polvorientas. No es necesario inventar un día soleado o un campo de narcisos. No es necesario estar enamorado o estar enamorado de las mariposas. La palabra mariposa no es una mariposa real. Está la palabra y está la mariposa. Si confundes estos dos objetos, la gente tiene el derecho a reírse de ti. No le des tanta importancia a la palabra. ¿Acaso intentas sugerir que amas a las mariposas más perfectamente que nadie o que realmente entiendes su naturaleza? La palabra mariposa solo es un dato. No es una oportunidad para ti para revolotear, enaltecerte o hacer migas con las flores, simbolizar belleza y fragilidad o, de alguna manera, suplantar a una mariposa. No representes las palabras. Nunca representes las palabras. Nunca intentes dejar el suelo cuando hablas acerca de volar. Nunca cierres los ojos y sacudas la cabeza a un lado cuando hablas de la muerte. No fijes tus ojos en llamas sobre mí cuando hables de amor. Si quieres impresionarme cuando hablas de amor, pon tu mano en tu bolsillo o debajo de tu ropa y juega contigo mismo. Si la ambición y el hambre de aplauso te conducen a hablar de amor, deberás aprender cómo hacerlo sin deshacerte de ti mismo o del material.

    ¿Cuál es la expresión que la época exige? La época no exige expresión alguna. Hemos visto fotografías de madres asiáticas afligidas. No estamos interesados en la agonía de tus órganos torcidos. Ni lo intentes. Sólo te expondrás al desprecio de los que han sentido las cosas profundamente. Hemos visto noticiarios con seres humanos en las extremidades del dolor y la dislocación. Todo el mundo sabe que estás comiendo bien y que incluso te pagan por estar parado ahí. Estás tocando para gente que ha vivido una catástrofe. Esto debería hacer que te quedes muy tranquilo. Expresa las palabras, transmite los datos, hazte a un lado. Todo el mundo sabe que te duele. No puedes decirle al público todo lo que sabes del amor en cada verso de amor que profieres. Hazte a un lado y ellos sabrán lo que tú sabes, porque ya lo sabes. No tienes nada que enseñarles. No eres más hermoso que ellos. No eres el más sabio. No les grites. No fuerces una entrada en seco. Eso es mal sexo. Si muestras las líneas de tus genitales, entonces entrega lo que prometes. Y recuerda que en realidad la gente no quiere un acróbata en la cama. ¿Cuál es nuestra necesidad? Estar cerca del hombre espontáneo, cerca de la mujer espontánea. No pretendas que eres un cantante adorado con un público vasto y leal que ha seguido los altos y bajos de tu vida hasta este momento. Las bombas, los lanzallamas y toda esa mierda que destruyó más que solo árboles y poblados. También destruyeron el escenario. ¿Acaso crees que tu profesión escaparía a la destrucción en general? No hay más escenario. No hay más reflectores. Estás entre la gente. Sé modesto. Expresa las palabras, transmite los datos, hazte a un lado. Estás a solas. En tu propia habitación. No te expongas a ti mismo. 

    Este es un paisaje interior. Está dentro. Es privado. Respeta la privacidad del material. Estos trozos fueron escritos en silencio. Expresarlos en público requiere coraje. Debes tener la disciplina para no deshonrarlos. Deja que el público sienta tu amor a la privacidad, incluso si no hay tal. Sé una buena ramera. El poema no es un eslogan. No puede publicitarte. No puede promover tu reputación frente a la sensibilidad. No eres un semental. No eres una mujer fatal. Toda esa basura de los gánsteres del amor. Eres un estudiante de la disciplina. No representes las palabras. Las palabras mueren cuando las representas, se marchitan y no nos queda más que su ambición.

    Expresa las palabras con la exacta precisión con la que querrías revisar una lista de lavandería. No te pongas sentimental con la blusa de encaje. No te excites al decir calzones. No te pongas a temblar de frío por la toalla. Las sabanas no te provocarán una expresión somnolienta. No hay necesidad de llorar en el pañuelo. Los calcetines no están ahí para recordarte viajes extraños y lejanos. Solo es tu ropa sucia. Solo es tu ropa. No mires a través de ella. Solo póntela. 

    El poema no es nada más que información. Es la Constitución del país interno. Si la declamas y saturas con intenciones nobles entonces no eres mejor que los políticos que desprecias. Solo eres alguien que agita una bandera y apela a la más barata clase de patriotismo emocional. Piensa en las palabras como ciencia, no como arte. Son un informe. Hablas antes de una reunión del Club de Exploradores de la Sociedad Nacional de Geografía. Esa gente conoce los riesgos del montañismo. Te honran dándolo por hecho. Si se lo restriegas en la cara es un insulto a su hospitalidad. Háblales sobre la altura de la montaña, el equipo que has usado, sé específico respecto de las superficies y el tiempo que tomó subirla. No te esfuerces para que el público jadee y suspire. Si eres merecedor de jadeos y suspiros, no será por tu apreciación de las cosas, sino por la de ellos. Estará en las estadísticas y no en el temblor de la voz o en el corte del aire con las manos. Estará en los datos y en la organización silenciosa de tu presencia.

    Evita la ostentación. No temas ser débil. No te avergüences de estar cansado. Te ves bien cuando estás cansado. Te ves como si pudieras continuar por siempre. Ahora ven a mis brazos. Eres la imagen de mi belleza.

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Leonard Cohen (Montreal, 1934-Los Angeles, 2016) Death of a Lady's Man. Toronto: McClelland & Stewart, 1978. Traducción de Nicolás López-Pérez.