lunes, 30 de enero de 2023

enrique verástegui / de "el motor del deseo"


La materia de la escritura

    No hay escritura que no sea una manifestación histórica, no hay escritura que no tome partido por algo (esto es: toda escritura se cohesiona a partir de su propia función, en el mismo sentido que ninguna función puede operar sin desarrollo de sus recursos):

    la escritura, de este modo, no es más que un efecto de historia que sólo opera como causa de la misma.

    Sin embargo, en este espacio de la relación efecto/causa —en el hecho concreto de la práctica literaria que no puede ser más que su propio efecto inmediato aquí' »en relación a quien consume (a quien goza) el texto - se establece una lucha violentísima entre fuerzas regresivas y fuerzas progresivas por determinar no sólo las especificidades de la práctica literaria sino, también, su propia función y su articulación al proceso global de la historia. De hecho, la resolución de esta lucha no responde tampoco sino al mismo movimiento histórico y esta lucha no es más que una manifestación de la lucha de clases en el terreno literario (que, por otra parte, y según una perspectiva de “ oposición disimétrica", no puede determinar su función sino a partir de la relación :------> escritor / modo de producción textual, entendida como una relación contrapuesta y articulada a su vez a las relaciones de producción de una sociedad).

    Esto quiere decir que un texto llega a producirse en tanto que “ quiebra” de un código, pero esta quiebra no es más que un aspecto de las relaciones productivas (esta quiebra se expresa como el desarrollo de los recursos productivos del texto enfrentados al código burgués y tanto más represivo cuanto más regresivo es) /// de este modo el texto y su productor: el escritor, se sitúan en un punto concreto de las relaciones sociales de producción y este punto concreto no es más que el de los productores el escritor produce y multiplica el sentido /// la relación de lucha se establece entre, por un lado, el código literario como expresión simbólica pero real de la clase burguesa, y por el otro la producción del texto como quiebra y superación de este código desde el propio desarrollo de la literatura.

    El código literario no es más (pie la formalización legalizada (esto es: académica = formalización jurídica) de la producción de la imaginación, mientras que la producción de la imaginación (esto es: la práctica literaria = el acto de ilegalidad que supone toda escritura) no puede producirse sin chocar, enfrentarse y luchar contra las normas académicas que impiden el desarrollo de la práctica literaria que es una práctica de libración.

    Así: la literatura es una producción que se establece como el proceso de toda una dinámica interna, pero en tanto que práctica social es también un aspecto de la lucha de clases (en este sentido: la literatura no es más que un efecto de historia, y en la dinámica interna de su producción no pueden sino intervenir factores de clase como determinantes de la producción de la imaginación):

    el código literario y las relaciones del productor de cara a este código determinan, según estas mismas relaciones, la forma de la práctica literaria

    por ello, esta práctica a nivel histórico no es más que la critica del código académico imperante en una época determinada, y a nivel social la práctica de la literatura se expresa como una forma de socialidad desarrollada: por lo primero escenifica (así como participa en) la lucha de clases, y por lo segundo constituye ya un núcleo de lo nuevo en tanto que futuro.

    La literatura es un núcleo de lo nuevo porque el texto y su escritura no son sino trabajo, pero un trabajo especifico cuya cualidad consiste en el desarrollo de todas las capacidades del productor que se objetiva a través de su texto (y es aquí, en este desarrollo de sus capacidades, donde reside la particularidad social de la literatura: esta particularidad, como objetivación de las capacidades del poeta —que es un productor: un obrero de la página—, no es más que un germen de la sociedad sin clases).

    En este sentido, no se equivocaban quienes desde hace cientos de años intuían a la literatura como placer sencillamente porque el trabajo poético —en la medida (pie no sólo desarrolla las capacidades de su productor sino que, como condición principal para este, se manifiesta como el dominio absoluto del escritor sobre la naturaleza lingüística sometida a transformación y sobre sus propias técnicas e instrumentos de producción— no es sino, en tanto que dominio (y por esto trabajo libre), placer.

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Enrique Verástegui (Lima, 1950-2018) El motor del deseo. Dialéctica y trabajo poético. Lima: Ediciones Mojinete, 1987, pp. 9-10.