domingo, 5 de junio de 2022

gonzalo rojas / computación contra maravilla


    Suele decirse con soltura y cierto descaro que el teclado sigiloso del ordenador es otra escritura más productiva que la de la mano como si el glorioso instrumento no parara de ser un "parvenu". Afírmese con cierta desmesura tecnolátrica que ya en el plazo amniótico los niños descifraron el misterio como por encanto, y la caligrafía es un arcaísmo. Me quedo con los ideogramas de la imaginación y no me importa la impostura del destello instantáneo más o menos mercantil que no va más allá de la usura como dijera Pound. ¿Ahorro de tiempo en aras del célebre consumo? Soy tiempo, escribo tiempo, me demoro en el dibujo de abolengo trepidante -fluye que fluye- que va de lo cerebral a lo arterial, de lo arterial a lo muscular, para bajar a la flexión finísima de los huesecillos: carpo, metacarpo y dedo. Además escribo con todo el cuerpo. Palimpsesto o manuscrito, pinto mi pensamiento como puedo. A la velocidad del zumbido irreal que va más allá de la computación polidactílica, por ejemplo. También Matta pinta riendo lo suyo desde el frenesí de la máquina productora, pero la imaginación es otra cosa y él lo sabe como nadie. Personalmente escribo en el viento y lo que pongo en tela de juicio es la palabra misma como proyecto de inmortalidad. ¿Qué es eso de non omnis moriar (="no me moriré del todo"), viejo Horacio? Y, otra cosa, no estoy por la partitura efímera -computárica o no- sino por la oralidad y por la sintaxis del callamiento. De ahí que, cuando escribo mis líneas menesterosas de aprendiz interminable, lo primero que hago es ponerme en pie y leerlas en voz alta. No al lector, al oyente. Escribo y desescribo como todos los poetas y, en cuanto a lo indeleble de la huella, Dios cuide a la huella. Vestigio es huella del pie como dijo Góngora en ¿1619? Lo que me pasa es que soy un inconcluso, y balbuceo. ¿Cómo decía Heráclito esa vez?: "Sobre el tamaño del sol: el ancho de un pie humano". Personalmente siempre estaré por la desespacialización y la destemporalización de la memoria. Mnemósyne se apiade.

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Gonzalo Rojas (Lebu, 1916-Santiago de Chile, 2011). Todavía: Obra en prosa. Edición de Fabienne Bradu. Santiago de Chile: FCE, 2015.