Lo que de veras amas no te será arrebatado
Voy corriendo en el viento de mi niñez en ese Lebu* tormentoso, y oigo, tan claro, la palabra “relámpago”. – “Relámpago, relámpago” -. Y voy volando en ella, y hasta me enciendo en ella todavía. Las toco, las huelo, las beso a las palabras, las descubro y son mías desde los seis y los siete años; mías como esa veta de carbón que resplandece viva en el patio de mi casa. Es el año 25 y recién aprendo a leer. Tarde, muy tarde. Tres meses veloces en el río del silabario. Pero las palabras arden: se me aparecen con un sonido más allá de todo sentido, con un fulgor y hasta con un peso especialísimo. ¿Me atreveré a pensar que en ese juego se me reveló, ya entonces, lo oscuro y germinante, el largo parentesco entre las cosas?
* Leufü: torrente hondo, en mapuche original. Después, en español, Lebu, c apital del viejo Arauco invencible como dijera Ercilla en sus octavas majestuosas. Puerto marítimo y fluvial, maderero, carbonífero y espontáneo en su grisú, con mito y roquerío suboceánico, de mineros y cráteres – mi padre duerme ahí -; de donde viene uno con el silencio aborigen.
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Gonzalo Rojas (Lebu, 1916-Santiago de Chile, 2011).