lunes, 18 de marzo de 2024

jorge de sena / carta al joven poeta (extractos)


Mi querido joven poeta.
Me piden que le escriba, como si un amigo hubiese comenzado por enviarme poemas suyos, solicitando mi opinión. Me piden también que considere al joven poeta ideal, aquel que imaginamos que es el adecuado para escucharnos. Me piden, en fin, aunque no se haya dicho, que yo suponga a Rilke escribiendo a un joven que no sea mediocre, a quien él decía tan bellas cosas. Creo que es pedir demasiado.
De un modo general, los poetas de reputación consolidada o que se consideren o sean considerados como tales (ninguno tiene su reputación consolidada en la literatura, ni siquiera después de siglos de que nadie nos lea y todo el mundo repita que somos unos genios, a no ser que eso importe a los intereses o desintereses de algunos profesores y críticos) acostumbran recibir poemas o poetas jovenes que solicitan una opinión,

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Todo en la vida funciona a través de camarillas que ofrecen a sus miembros la tranquilidad de que se imaginarse importantes o más aún, la ilusión de que están vivos.

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¿Cultiva las imágenes y las metáforas en el anhelo juvenil de seguir una de las modas y de parecer que dices cosas extremadamente profundas, sin en verdad no decir nada?

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La poesía, querido amigo, no es lo que piensa, no. Ella no le puede traer, en caso afirmativo, la satisfacción que muestra su tan trémula confianza en sí mismo.

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Si para un poeta de verdad, querido, lo mejor no es escribir versos y dejar de ser poeta. Porque la única alternativa es pavorosa: o prostituta, dando el coletazo a los mandamás; o el monstruo solitario que chirría los dientes en la oscuuridad, todavía cuando solo tenía visiones de ángeles tocando la flauta en una apoteosis (o epifanía, que es más elegante y era lo que Joyce decía). Guarde los versos, rompa los versos, destroza los versos, arrase con ellos. ¿Es eso lo que pretende: chirriar los dientes, incluso si están fijos, por el resto de la vida? Si es, querido amigo, entonces no mande sus versos a nadie, no pida opiniones que nadie puede darle, no espere consejos de una experiencia que es personal e intransmisible, no solicite una atención que no tendrá quién se la conceda. A menos que, para el fin de la fiesta, pretenda eliminar, para su uso, la prueba en contra de que la humanidad como humanidad, los pueblos como pueblos, las naciones como nacionaes, las clases como clases, los grupos como grupos son siempre colecciones más o menos de numerosas bestias infames. O la prueba en contra de que, individualmente, nadie vale más allá del orgasmos o del mirar con simpatía o del gesto de ternura. Incluso cuando sean poetas, querido, incluso cuando lo sean.
No le estoy diciendo que no publique los versos, una vez que tenga ánimo y fuerza para aguantar el equilibrio inestable entre la condición de prostituta y la condición de monstruo. En verdad, si la tentación de escribirlos que siente es irresistibile, si es que no busca la fama o el provecho, si el dolor de escribirlos solo se cura con el dolor mayor de escribir otros, si se siente vacío y triste cuando ellos son escritos, y sufre de sentirse vacío cuando vayas a escribirlos y no sabe nunca lo que vas a escribir y creas horrible todo lo que se escribió, pero no sea capaz de destruirlo, entonces publíquelos, publíquelos siempre. Y mandéselos a toda la gente. A toda. Pero no pida opiniones ni consejos a nadie. Deje que ellos queden amarrados, para siempre, a la culpa de no haberlo leído, de no haberlo sentido, de no haberlo admirado.
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Jorge de Sena (Lisboa, 1919-Santa Bárbara, 1978) Carta ao jovem poeta. Lisboa: Maldoror, 2021. Traducción de Nicolás López-Pérez.